Calvino y la misión al Brasil

(Artículo publicado en la Revista de la IPSA, Buenos Aires, Julio de 2009)

Este año celebramos los 500 años del nacimiento de Juan Calvino, y puede resultar interesante explorar un aspecto poco recordado del gran reformador ginebrino: las misiones.

Son bien conocidos los esfuerzos misioneros de Calvino por promover el verdadero Evangelio en el continente europeo. Tan solo en Francia, sus esfuerzos a través de la Academia de Ginebra contribuyeron a que se abrieran más de dos mil iglesias en un muy corto tiempo.

En su comentario sobre los cuatro evangelios, Calvino decía: "El Señor ordena a los ministros del evangelio a que prediquen en lugares lejanos, con el propósito de enseñar la salvación en cada rincón de la tierra".

En otro escrito decía: "Ninguna nación de la tierra y ningún segmento de la sociedad están excluidos de la salvación, pues Dios desea ofrecer el evangelio a todos, sin excepciones."

De esta forma Calvino expresaba su interés por llevar el Evangelio más allá de las propias fronteras europeas y para muchos resulta poco conocido que incluso llegó a cooperar activamente en la promoción del evangelio en nuestra América Latina.

La historia de esta interesante faceta en Calvino, comienza en el año 1555, cuando un simpatizante de los hugonotes (calvinistas franceses), Gaspard de Coligny, contando con el apoyo del rey de Francia, encomendó a Nicolás Durand de Villegagnon el establecimiento de una colonia francesa en América del Sur.

La "France Antarctique" fue el nombre dado a esta colonia, y su centro estaba en el Fuerte Coligny en la actual Isla de Villegagnon, en la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, Brasil.

Desde sus comienzos, surgieron muchos problemas y enfrentamientos entre los colonos, por lo que Villegagnon decidió solicitar ayuda a su antiguo compañero de estudios, Juan Calvino. Según el cronista Jean de Lery, en su carta a Calvino, Villegagnon “solicitaba que la iglesia de Ginebra le envíe inmediatamente varios ministros de la Palabra de Dios, junto con otras personas bien instruidas en la religión para reformar a su gente y traer a los salvajes al conocimiento de la salvación."

Al recibir la nota, "la iglesia de Ginebra inmediatamente dio gracias a Dios por la extensión del reino de Jesucristo en una tierra tan distante y extraña, entre unos pueblos totalmente carentes del conocimiento del Dios verdadero".

Según sus registros, el 25 de agosto de 1556 la Iglesia de Ginebra eligió a los ministros Marie Pierre Richier y Guillaume Chartier para esta tarea. Fueron así encomendados y enviados con una carta de presentación firmada por el mismísimo Calvino, entre otros.

Richier comenta en una de sus cartas a Calvino: "Ya que el Altísimo nos ha dado esta tarea, esperamos que este Edom se tranforme en un futur dominio para Cristo", a la vez que esperaba que "los piadosos e industriosos creyentes reformados pudieran por medio de la palabra y el ejemplo influir en los indios Tupinambas".

A la expedición también fueron enviados varios jóvenes cristianos que vivirían entre los indígenas para aprender su idioma, para luego servir de intérpretes.

Una vez que arribaron a esas tierras, el 21 de marzo de 1557 la misión de Calvino logró organizar la primera Santa Cena protestante jamás celebrada en América Latina.

A pesar de disfrutar de un comienzo promisorio, la situación de la colonia reflejó los vaivenes de la política francesa y la propia incapacidad de Villegagnon por organizar satisfactoriamente la logística de la colonia. Sobrevino la crisis. Villegagnon retornó al catolicismo, expulsó a los hugonotes franceses, tomó el control de la iglesia local y salvajemente ejecutó a tres misioneros, ahorcándolos y tirándolos al mar, en lo que hoy se conoce como el "martirio de Guanabara".

El resto de los misioneros y colonos hugonotes se debieron refugiar en tierra firme para defenderse de Villegagnon mientras aguardaban la llegada del barco que los devolvería a Francia. Es allí, en la selva costera, que establecieron una excelente relación con los indios Tupinambas, con quienes compartieron el evangelio. El historiador mexicano Gonzalo Baez Camargo comenta una interesante anécdota: "En una ocasión los hugonotes estaban con los indios, cuando oraron por su comida. Los indios preguntaron por qué lo hacían. Lery y sus compañeros explicaron que la oración estaba dirigida a Dios, el Creador, que había hecho todas las cosas, y al hombre a su propia imagen. Y como el hombre había sido creado a la imagen de Dios, no debería comer carne humana. Después de una larga charla, algunos de los indios expresaron su deseo de orar, y sugirieron que abandonarían el canibalismo."

Lamentablemente la vida de la misión fue efímera, no logró ninguna conversión, y terminó en desastre en 1558. Pero como decía Tertuliano (uno de los Padres de la Iglesia): "La sangre de los mártires es la semilla de la iglesia".

El calvinismo debió de esperar varios siglos para prosperar en nuestras tierras. Hoy, a 500 años del nacimiento del gran reformador, debemos estar agradecidos por su visión misionera y su celo por alcanzar a todos los pueblos de la tierra.

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