¡Dios es el dueño de la pelota!

Siempre que digo que soy Presbiteriano, inmediatamente mis interlocutores esbozan una sonrisa sarcástica y me vienen con la pregunta de siempre: ¿así que ustedes dicen que la salvación no se pierde? ¡Parece que a todos les gusta el tema!

Ahí mismo comienza el gran debate de ideas. Vemos todas las enseñanzas bíblicas al respecto. Me deleito en el conveniente plan de Romanos 8.28-30 y esgrimo mis conocimientos del texto juanino. Me pinchan con el tema de la predestinación y casi me eliminan del juego por el tema del libre albedrío. Por supuesto que luego del gran debate todo terminará siempre con la muestra de caridad cristiana que dice: "ustedes tienen sus doctrinas, yo tengo las mias, pero la cosa es que todos vamos a terminar en el mismo lugar". En términos futboleros, siempre hay empate. Teología pura, como verán.

Pero yo me pregunto, y les pregunto a ustedes, queridos lectores, ¿qué pasaría si cambiásemos el ángulo de nuestro abordaje del tema, y le preguntásemos a nuestros interlocutores lo siguiente: ¿así que ustedes dicen que Dios puede perder a quienes salvó?

Cambiamos el ángulo, y todo cambia. ¿Ven la diferencia? ¡Dios es el dueño de la pelota! No debemos centrar nuestro debate en el hombre, sino en Dios que es el protagonista central de nuestra salvación! Dios la pensó. Dios la ejecutó. Dios la garantizó.

Viéndolo de este modo. ¿Podemos cuestionar acaso el sabio consejo de Dios que desde el principio de los tiempos decretó que seamos declarados justos y unidos a Cristo en su muerte y resurrección? Podemos cuestionar a Dios, quien ha pensado, ejecutado y asegurado todo, como dice la Confesión de Fe de Westminster, para la "manifestación de su propia gloria"?

¿Somos acaso dignos de cuestionar la inmutabilidad de los decretos eternos de Dios? ¿Podemos siquiera poner un manto de duda sobre la eficacia del mérito de Cristo en la cruz, o del cumplimiento de las promesas de Dios expresadas en su Pacto de Gracia?

Creo que no. ¡Dios es Dios!

Conclusión simple y futbolera: Dios es el dueño de la pelota, y ¡sin pelota no hay partido!

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