¡No te dejes patotear!

(Este artículo fue escrito para la revista 180 Grados que se distribuye entre jóvenes cristianos del Partido de la Matanza, en el conurbano de Buenos Aires. Su intención es presentar en forma clara uno de los temas más importantes de la teología puritana y reformada).

Jesús vino para liberarnos y no para hacernos esclavos (Gá. 5:1). Jesús estableció su señorío en un reino de libertad para todos nosotros: hombres, mujeres, jóvenes y niños.

La única ley dentro de ese reino de libertad es el amor que le debemos a Dios y a todos los seres humanos (Mt. 22:37ss). De esta forma somos liberados de cualquier otra ley y mandamiento inventado por los hombres, pues Dios nos dice en su Palabra que él es el único Señor de la conciencia. Solo Dios escribe su ley y la imprime en nuestra mente (Stg. 4.12).

La historia cristiana nos ha mostrado que nuestra libertad de conciencia, aquella libertad comprada por Cristo, es nuestro tesoro más valioso. Tan importante es esa libertad, que muchos hombres y mujeres del pasado estuvieron dispuestos a ofrendar sus vidas por defenderla:

- Esteban murió apedreado por una patota, porque pensaba diferente.
- Los primeros cristianos, bajo el imperio romano, fueron encadenados, torturados y ejecutados, porque pensaban diferente.
- Los primeros reformadores protestantes fueron encarcelados para luego ser quemados en la hoguera, porque pensaban diferente.
- Muchos misioneros en todo el mundo mueren y han muerto al defender su fe, porque pensaban diferente.

Hoy por hoy, todo lo que somos, todo lo que pensamos y todo lo que hacemos, tiene su origen en Cristo y está bajo su único y exclusivo señorío. Por lo tanto, nadie puede obligarnos a actuar contra nuestra conciencia personal, porque sólo Cristo es el dueño de esa conciencia (Gá. 1:10). Si actuásemos de otra forma, estaríamos traicionando nuestra propia esencia y dignidad, y por lo tanto a Cristo. El único límite de tu libertad es el amor a Dios y a todos los hombres, algo que él mismo puso en tu corazón.

Por todo esto, recordá que NADIE, ni tus amigos, ni tu familia, ni tu jefe, ni tus líderes tienen el derecho a obligarte a hacer nada que vaya contra tu conciencia.

No te dejes patotear por nadie, porque solo Cristo es el Señor de tu vida.

¿Estás dispuesto a pensar diferente y defender con todas tus fuerzas esa libertad que Cristo te regaló?

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