El mensaje de Génesis (#1): ¿Quién es Dios?

¿Quién es Dios? ¿Quién soy yo? ¿Quién es mi hermano? Estas son tres de las muchas preguntas que trata de responder el libro de Génesis. Les invitamos a que descubramos juntos algunas de las respuestas a éstos y otros interrogantes esenciales de nuestra fe. Esto nos ayudará a definir nuestra cosmovisión, que no es otra cosa que la forma en cómo vemos y como vivimos el mundo que nos rodea.

Génesis es sin dudas un texto fundacional, porque en él están narrados los orígenes de la humanidad en general (cap. 1-11), y los orígenes del pueblo elegido de Dios en particular (cap. 12-50). En esta serie de estudios estaremos reflexionando sobre la primera parte del libro: la creación del universo, la creación del hombre, su caída, la promesa de redención, Caín y Abel, la historia de Noé y la torre de Babel.

Como título del libro, los judíos han tenido la costumbre de usar la primeras palabras del primer capítulo: bereshit o “en el principio” (v. 1:1). Sin embargo, los judíos de la diáspora, en las traducciones al griego del siglo III a.C., usaron el título griego de génesis, que significa fuente, origen, o creación. Éste es el titulo que la tradición cristiana le ha dado desde entonces.

El Nuevo Testamento hace referencia a Moisés como su autor (Lc. 24.27), quien lo escribió en el siglo XIV a.C. Algunos eruditos sostienen la hipótesis de que Génesis es realmente el fruto de un largo proceso de recolección de tradiciones orales y escritas surgidas a lo largo de más de un milenio desde los tiempos de Moisés, con lo que en varios pasajes podríamos notar la influencia de redactores muy posteriores (hasta el silgo V a.C.

Como ocurre con todo escritor, siempre existe alguna circunstancia particular que lo lleva a escribir su historia. En el caso de Moisés, se trataba esencialmente de la necesidad de comunicar un mensaje especial de Dios para toda su generación.

Al momento de escribir el libro, recordemos que Moisés había obedecido las instrucciones de Dios y ya había logrado reunir al pueblo tras un ideal común: dejar atrás la esclavitud, establecerse en una tierra propia, y formar una gran nación. El pueblo había avanzado en su éxodo desde Egipto, y se encontraba ahora ansioso por entrar pronto en la tierra prometida de Canaán. Moisés y su pueblo eran por lo tanto “extranjeros en tierra extraña” (Éx. 18.3).

La clave de la problemática de Moisés radicaba por lo tanto en eso de ser “extranjeros en tierra extraña”. Geográficamente, el pueblo hebreo estaba moviéndose en medio de lo que conocemos como “la media luna fértil” que se extiende desde las márgenes fértiles del río Nilo en Egipto, pasando por Palestina, Líbano y Siria hasta la región mesopotámica entre los ríos Eufrates y Tigris (actual Irak). Este era el mundo inmediato para Moisés, y en medio de estos pueblos extraños es que se desarrolla toda la historia de Génesis.

Cada uno de estos pueblos paganos (sumerios, acadios, asirios, babilonios y egipcios) tenía creencias religiosas muy fuertes, y como era de esperar, influenciaban decididamente las vidas de sus pueblos vecinos, especialmente de Israel, que era una insipiente nación, débil e insignificante. Estas primeras civilizaciones habían desarrollado la escritura (escribían con palitos en forma de cuña sobre tablillas de arcilla), lo que significó que hicieron uso del poder de la escritura y la literatura para imponer y comunicar sus propias ideas sobre la vida y sus orígenes (cosmovisión). Algunos de los escritos más conocidos son el Enuma Elish, el mito de Atrahasis y la Epopeya de Gilgamesh.

Si bien muchos de estos escritos contenían ciertos paralelos con la historia bíblica, existían también diferencias muy grandes, especialmente con respecto a los relatos de creación, lo que tendía a confundir al pueblo, inclinándolo hacia el politeísmo y la idolatría.

Estas circunstancias motivaron en Moisés el deseo de dejar bien en claro que el pensamiento y la religión del pueblo de Dios era radicalmente diferente al pensamiento y la religión de sus pueblos vecinos. Y en Génesis, al escribir sobre los hechos históricos de la creación, lo hace afirmando las siguientes verdades:

1) Dios es único y no tiene rival
Ya en el primer versículo, al introducir su actividad creadora con “en el principio”, Moisés presenta a un Dios preexistente a todo lo creado (v. 1.1). También nos dice que él lo ha creado absolutamente todo al usar la expresión comprensiva “el cielo y la tierra”. Así que el universo creado no es fruto de alguna lucha entre dioses, como lo era entre los pueblos antiguos que creían en una multiplicidad de dioses, con variadas jerarquías y un complejo esquema de convivencia siempre lleno de conflictos.
El Dios de los hebreos se revela como único creador de todo lo que existe, y lo que es más importante, que todo lo ha creado por su sola voluntad y el poder de su palabra. ¡Su palabra fue suficiente! La palabra hebrea que Dios utilizó para crear fue bara, que denota una acción exclusiva de Dios. Solo Dios crea bara. Nadie más puede crear bara.

2) Dios es soberano
A partir de una creación inicial, por ahora “vacía y desordenada” (v. 1.2), cada uno de los seis días de creación va llenando y ordenando el universo, siguiendo un mismo patrón literario que afirma un único mensaje: Dios es soberano.
A modo de ejemplo, notemos que en el cuarto día (v. 1.14-19) Moisés enfatiza que Dios creó “lumbreras”, sin nombrarlas por nombre (sol, luna, estrellas), restándoles así importancia. Con esto Moisés quería afirmar que Dios es quien reina sobre toda su creación, sin excepción. Los pueblos antiguos sostenían que sus vidas estaban sujetas a las voluntades de los astros, a los cuales creían dioses. La vida cúltica y política de esos pueblos estaba sujeta a los designios de estos dioses, por lo que la astrología tenía una relevancia importantísima. Pero Moisés deja muy en claro que el sol, la luna y las estrellas no son dioses pues son mera creación de Dios. Sin embargo, ¡cuanta gente comienza su día leyendo el horóscopo! ¡Cuanta gente sigue creyendo en falsos dioses y se inclina a la idolatría!

3) El hombre es creación especial de Dios
También vemos que en los primeros tres días de creación (vs. 1.3-13) Dios crea los reinos o dominios de su creación (luz, cielos, aguas, tierra). Luego va completando, llenando y adornando progresivamente esos dominios en los días subsiguientes con luminarias, aves, peces y animales (vs. 1.14-25), proceso que corona con la creación del hombre (vv. 1.26-31) diciendo además que “todo era bueno en gran manera” (v. 1.31). En estos seis días Dios se ha propuesto crear un mundo ideal para que en él habite el hombre, a quien declara creado “a su imagen y semejanza” (v. 1.26). ¡Qué gran privilegio es reflejar la naturaleza de Dios y participar de su gobierno de la creación!
¡Tan solo comparemos esta historia con la Epopeya de Gilgamesh en la que los hombres habían sido únicamente creados para servir y alimentar a los dioses! ¡Qué lugar de privilegio tenemos los hombres y las mujeres en este mundo!

4) Dios quiere estar cerca de nosotros
El hermoso acto creador de Dios termina cuando en el séptimo día declara que su creación ha definitivamente concluido, y nos promete de allí en más su divina providencia. Marca ese día estableciéndolo como “el día de reposo”, y también leemos que lo “bendijo y lo santificó” (vs. 2.1-3). Lo separó especialmente para nosotros, como reafirmación de su pacto y el deseo de relacionarse aun más estrechamente. En Marcos 2.25-28 podemos ver que el día de reposo fue hecho para que el hombre lo disfrutara como creación especial de Dios, y que es un día que Dios ha regalado a toda la humanidad, no sólo a los creyentes. Los pueblos antiguos santificaban ídolos y monumentos, ¡pero solo Dios santificó el tiempo, el tiempo especial de Dios! ¡Aprovechemos entonces con responsabilidad esta gran bendición que Dios nos ha regalado!

Al releer todas estas verdades, sentimos que la historia se repite, y que aquellos pueblos antiguos son muy parecidos al mundo que nos rodea, con sus mismas creencias distorsionadas, sus mismos valores, sus mismos miedos, y una misma desesperanza.

¡Cuán relevante es entonces el mensaje de Génesis para el mundo de hoy!

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