El mensaje de Génesis (#3): ¿Qué nos pasó?

En las dos últimas entradas, analizamos los dos primeros capítulos de Génesis, y estuvimos viendo como Dios preparó todo lo creado (su creación) para que en ella habitara el hombre, aquel ser viviente especial a quien que creó a su propia imagen y semejanza. El propósito detrás de la creación del hombre era el de vivir en una profunda amistad y comunión con Dios.

Ahora en el capítulo 3 de Génesis llegamos a la triste historia de la caída del hombre. El relato de Génesis a partir del versículo 3.7, nos muestra cómo el mundo armonioso, perfecto y ordenado de Adán y Eva comienza a desintegrarse a partir de su trasgresión. Las agradables conversaciones en el jardín se terminan. Las caminatas con Dios se interrumpen. Tras la caída solo quedan la desconfianza, la culpa, el remordimiento y la alienación.

La separación en la relación del hombre con Dios que produce el pecado aparece claramente en Génesis 3.8-10. Ya no volverán a tener la relación de amor y confianza que alguna vez tuvieron. Ni siquiera tienen la integridad y la vergüenza natural como para mirar a Dios directamente a los ojos. Y se esconden. Ahora ya no pueden escapar del alto costo de la culpa que marcará su propia relación, y la de toda la humanidad, con su Dios creador.

En el texto vemos que Adán y Eva no murieron instantáneamente, pero sí murieron instantáneamente en lo espiritual de su ser. La muerte en la Biblia significa separación, y no aniquilamiento. Según Oz Guiness, en su libro “The Dust of Death”, el pecado siempre termina en alienación: teológicamente (entre Dios y el hombre), sociológicamente (entre hombre y hombre), psicológicamente (entre el hombre y si mismo), y ecológicamente (entre el hombre y la naturaleza).

Ellos experimentaron la alienación en su relación con Dios. Sin embargo, notemos que únicamente en el “aniquilamiento” la muerte es el fin de todo. En la separación, como aquí en Génesis, prevalece la esperanza.

Ruptura entre la mujer y su independencia

Según la cultura hebrea, el hecho de dar un nombre a alguien significaba que se ejercía el control o señorío sobre el o ella. Esta misma idea se encuentra detrás del nombre dado a los animales creados por Dios en Génesis 2.19-20. Ahora, inesperadamente, en Génesis 3.20 el hombre da nombre a la mujer, indicando sobre ella de esta forma su dominación y control. Mientras que algunas personas creen que la fundamentación de la dominación del hombre sobre la mujer radica en el orden creador de Dios y es fruto de su divina voluntad, debemos dejar bien en claro que tal dominación radica en el desorden producido en la creación como resultado de la caída: ¡ésta dominación es fruto del pecado.!

Ruptura de la humanidad con la vida

Al leer Génesis 3.12-13, resulta muy interesante la siguiente reflexión del teólogo Dennis Bratcher (en"The Fall - a second look"): “Aquí vemos que el caos que han introducido en su mundo crece hasta incluir las relaciones con los demás. En lugar de apoyo mutuo y amor fraternal, el hombre culpa a la mujer por su desobediencia. Al referirse a la mujer dice "la mujer que me diste…" hay una sutil sugerencia de que incluso Dios es culpable de su fracaso. La mujer también culpa a la serpiente por su fracaso. Ya no existe el amor, ni la confianza mutua, ni el compartir, ni la mutua responsabilidad. Solo prevalece la culpa y la evasión de la propia responsabilidad. Como sagaz observador de la naturaleza humana, una vez más escuchamos que el narrador de Génesis se refiere a cada uno de nosotros.”
Ruptura de la perfecta relación de intimidad
Cuando Adán y Eva pecaron (3.7) ya no podían mirarse a través de la pureza de sus ojos: la pureza se transformó en lujuria y la inocencia se perdió para siempre. Dios quiso enfatizar que este cambio era para perdición, al hacerle luego una pregunta confrontacional en el versículo 11: “¿Y quién te ha dicho que estás desnudo?” Dios quería que supieran perfectamente qué era lo que habían hecho, y que habían obedecido a otro que no era él.

Ruptura del hombre con la creación

Si ahora leemos el texto de Génesis 3.17-19, veremos que estos versículos representan algo mucho más que una simple explicación del por qué dar a luz es tan doloroso y de porqué la vida es tan dura. Si leemos bien el texto, veremos que el desorden introducido por la violación de los límites impuestos por Dios no solo afecta las relaciones entre las personas, sino que también afecta a la tierra misma. ¡Es un asunto de alance cósmico! Es en este sentido que Pablo habla en Romanos 8.22 que toda la creación gime para su redención: "Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto."

Según Denis Bratcher, a quien citamos antes, al hombre le está permitido comer libremente de cualquier árbol del jardín. Pero esta libertad no es absoluta. Existe un limite impuesto al hombre, simbolizado por un árbol del que él no puede comer. Así como los límites existen para definir el mundo físico, los límites existen para definir la existencia humana en el mundo de Dios. Y hay una advertencia concreta en la prohibición y sus consecuencias (v. 17): serán inmediatas (el mismo día) y finales (definitivamente morirán).

A pesar de todo, persevera la esperanza

A pesar de la profundidad de la ruptura de la armonía con Dios a partir de la caída, debemos notar que en los versículos 14-15 el conflicto entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer se refiere a la continua hostilidad que prevalecerá entre ellas, la continua lucha entre lo que podríamos denominar “el bien y el mal”. Será una lucha, pero la promesa de este “protoevangelio” o “primer evangelio” es que el pecado no vencerá al mundo. La victoria en Cristo es una realidad presente, y no futura.

En el versículo 21 vemos que “Dios el Señor hizo ropa de pieles para el hombre y su mujer, y los vistió.” La provisión de ropa es un símbolo de gracia y perdón. En este versículo la metáfora de la desnudez aparece en escena, solo que esta vez lo hace con un gesto positivo de parte de Dios al cubrir la desnudez con esas ropas. Lo que ellos no pudieron hacer personalmente, Dios lo hace.

La historia de la caída de Génesis 3 muestra toda la ira y firmeza de Dios al anunciar las consecuencias del pecado. Pero a la vez, también Dios muestra todo su amor al acariciarnos con la esperanza de que la batalla no está perdida. En los pequeños detalles del relato, Dios nos muestra su justicia, pero fundamentalmente toda su misericordia y amor.

(Este artículo aparecerá en la próxima edición impresa de la revista IPSA).

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